La historia de Debórah


Devorah (Débora)
El periodo de los Jueces fué quizás el más duro para la mujer en el antiguo Israel, tiempo en que su condición social fué la más baja. Era una etapa de transición en la que las Tribus estaban más que todo por cuenta propia, con una débil unidad entre ellas, cada una combatiendo separadamente al grupo cananeo que habitaba en los territorios asignados a cada Tribu. Estaban en anarquía y guerra, y en tales condiciones, las mujeres prácticamente no tienen ninguna posibilidad de surgir. Todo estaba en manos de los hombres. Las mujeres eran mucho menos respetadas que bajo el sistema patriarcal, como es evidente en varios hechos narrados en el Libro de los Jueces. Su situación mejoró sólo cuando la monarquía fué establecida, ya que al menos las mujeres relacionadas con la casa real y con los personajes notables ganaron alguna influencia en la sociedad.
Era impensable para una mujer asumir el liderazgo en el periodo de los Jueces, sin embargo, fué justamente en ésta edad obscura de Israel que Devorah surgió para gobernar.
HaShem los vendió [a los Israelitas] en mano de Yabín rey de Canaán, el cual reinó en Hatzor: y el capitán de su ejército se llamaba Sísara, y él habitaba en Charoshet-Goyim. Y los hijos de Israel clamaron a HaShem, porque aquél tenía nuevecientos carros herrados, y había afligido en gran manera a los hijos de Israel por veinte años. Y gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Déborah, profetisa, mujer de Lapidoth. Ella habitaba debajo de la palma de Déborah entre Ramah y Beth-el, en el monte de Efrayim; y los hijos de Israel subían a ella a juicio.
(Jueces 4:2-5)
Hacía veinte años que los Cananeos, con un potente ejército, estaban oprimiendo a las Tribus de Israel – excepto la Tribu de Yehudah, la cual aparentemente logró conquistar todas sus tierras y era de hecho una entidad separada del resto de Israel durante todo el periodo de los Jueces. Es increíble que no hubiese un hombre capaz de emprender una revuelta; no era por falta de buenos guerreros, sino porque ninguno de ellos era según el plan del Señor, porque “en aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía como mejor le parecía” (Jueces 17:6). Entonces, una Profetisa surgió como Juez: Déborah. Excluyendo al Profeta Shmuel, quien es considerado como el último de los Jueces y que gobernó sobre todas las Tribus, Déborah tuvo al menos tres características exclusivas que hacen de ella la única entre todos los Jueces:
·Ella fué la única Juez mujer;
·Ella fué la
única de los Jueces que fué también Profeta;
·Ella fué la única que juzgó sobre todo Israel, mientras que todos los demás Jueces gobernaron sólo sobre la propia Tribu.
Déborah es llamada “mujer de Lapidot”, que muchos
interpretan como “esposa”, porque en hebreo no hay una palabra específica para esposa sino que es la misma que indica mujer. En realidad, es muy probable que “mujer” no quiera decir esposa en este caso. Lapidot es un plural femenino que significa “llamas”, y puede no ser un nombre propio, sino un título o una cualidad. De hecho, eshet lapidot, que literalmente significa “mujer de llamas”, puede ser una descripción de su carácter. Por lo tanto, toda la frase “Devorah, profetisa, mujer de Lapidot” puede entenderse como una unidad que define qué tipo de Profetisa ella era, una con celo ardiente como llamas. De otra manera, si mujer significase en efecto esposa, una interpretación rabínica identifica a Lapidot con Barak, cuyo nombre significa “rayos”, y puede ser considerado un sinónimo de Lapidot y de este modo, la frase contendría un juego de palabras que define sea su carácter que de quien era esposa. Sin embargo, Barak pertenecía a otra Tribu (y la Ley Mosaica establecía el matrimonio dentro de la propia Tribu), y aparentemente él vivía en otro lugar, en el norte de Israel, pues ella lo mandó a llamar (v. 6) desde su ciudad. Éste hecho hace que la definición “mujer de llamas” sea aún más significativo, porque ella es colocada en una posición equivalente a la del comandante en jefe del ejército – en realidad, él tomaba órdenes de ella, como veremos.
Déborah estableció su corte bajo una palmera en su tierra, en el sur de Efrayim, y los Israelitas iban a ella a juicio, una afirmación que denota la alta estima de que ella gozaba en medio de su pueblo.
Y ella envió a llamar a Barak hijo de Avinoam, de Kedesh-Naftali, y le dijo: «¿No te ha mandado HaShem, Eohim de Israel, diciendo, “Ve, y reúne pueblo en el monte Tabor, y toma contigo diez mil hombres de los hijos de Neftalí, y de los hijos de Zabulón”; Y yo atraeré a ti al arroyo de Kishón a Sísara, capitán del ejército de Yabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos?». Barak le respondió: «Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré».
(Jueces 4:6-8)
Suena extraño en la boca de un guerrero valeroso, comandante de un ejército, pedirle a una mujer de acompañarlo a la guerra, porque si no, él no iría! Este hecho nos muestra qué tipo de carácter era el de Déborah, que era capaz de inspirar aliento y cuya autoridad profética era esencial para el desarrollo de la batalla.
Y ella le dijo: «Iré contigo; mas no será tu honra en el camino que vas; porque en mano de mujer venderá HaShem a Sísara». Y levantándose Déborah fué con Barac a Kedesh.
(Jueces 4:9)
Déborah no dudó en aceptar el pedido de Barak, pero le dejó en claro que porque él no confió en su voz desde el principio, sino que agregó una condición para cumplir con lo que HaShem había mandado, la gloria de la victoria sería acreditada a una mujer. La profecía que Sísara habría caído ante una mujer tuvo doble cumplimiento: su ejército dué derrotado por los Israelitas bajo la guía espiritual de Déborah, y él mismo fué ejecutado por otra mujer, Yael.
Entonces Déborah dijo a Barak: «Levántate; porque este es el día en que HaShem ha entregado a Sísara en tus manos; ¿No ha salido HaShem delante de tí?» Y Barak descendió del monte Tabor, y diez mil hombres en pos de él. HaShem desbarató a Sísara, y a todos sus carros y a todo su ejército, y cayeron a filo de espada delante de Barak; y Sísara descendió del carro, y huyó a pie… Y Sísara escapó a pie.
(Jueces 4:14-15,17)
Déborah muestra a Barak que el resultado de la batalla estaba determinado como ella había dicho, que el Señor habría entregado al enemigo en manos de Barak, pero como él puso la condición que Déborah fuese con él, él no logró completar la victoria capturando al jefe del ejército derrotado, que escapó y, como veremos, fué entregado en manos de una mujer (ver la próxima: Yael).
Así abatió Elohim aquel día a Yabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel. Y la mano de los hijos de Israel comenzó a crecer y a fortificarse contra Yabín rey de Canaán, hasta que lo destruyeron.
(Jueces 4:23-24)
Aquella batalla fué crucial, pues desde entonces los Israelitas ganaron su independencia y los Cananeos no se levantaron más.
Y aquél día cantó Déborah, con Barac, hijo de Avinoam.
(Jue
ces 5:1)
Literalmente: “Cantó Devorah y Barak hijo de Avinoam en aquél día”, con el verbo en singular femenino. Aunque el cántico es atribuído a ambos, Déborah y Barak, ella es mencionada primero, y por el texto se entiende que fué su cántico, no de ambos. Este es quizás el único capítulo de la Biblia escrito por una mujer, y una de las piezas más antiguas de la literatura hebrea.
Entonces Déborah explica cuál era la situación espiritual en Israel cuando ella fué llamada:
«Los gobernantess habían cesado en Israel, habían decaído; hasta que yo Déborah me levanté, me levanté como madre en Israel. En escogiendo nuevos dioses, la guerra estaba a las puertas: ¿Se veía escudo o lanza Entre cuarenta mil en Israel?»
(Jueces 5:7-8)
La situación en aquellos días es la que hemos descrito antes, que la opresión del pueblo no era consecuencia de que no hubiera hombres de valor en Israel, sino porque ninguno de ellos era según la voluntad del Señor. Los Israelitas habían seguido otras deidades, y habían perdido el favor del Omnipotente. Entonces, Déborah fué designada Juez y Profeta en lugar de los hombres, porque habían dejado de ser gobernantes idóneos. Ella fué como una madre para su pueblo.
El cántico continúa elogiando a los jefes de las Tribus que la siguieron en la batalla, y reprochando a aquellos que prefirieron quedarse en sus tiendas.
Una alabanza especial es pronunciada sobre Yael (la cual consider
amos a continuación), y como mujer y “madre de Israel”, Déborah piensa en los sentimientos de otra mujer y madre:
La madre de Sísara se asoma a la ventana, y por entre las celosías a voces dice: «¿Por qué se detiene su carro, que no viene? ¿Por qué las ruedas de sus carros se tardan? ¿No han hallado despojos, y los están repartiendo? A cada uno una moza, o dos».
(Jueces 5:28,30)
Ésta frase ilustra cuál era el concepto de la mujer entre los Cananeos: despojos de guerra, una o dos para cada hombre. Ésto es lo que la madre de Sísara esperaba de la batalla, pero su hijo no retornó a casa.
«Así perezcan todos tus enemigos, oh HaShem, mas los que le aman, sean como el sol cuando nace en su fuerza. Y la tierra reposó cuarenta años.
(Jueces 5:31)
En todo su cántico, Déborah acredita sus victorias al Señor. Ella gobernó el país en paz por cuarenta años, por lo cual deducimos que era muy joven cuando fué designada Juez y condujo su primera batalla. Era ciertamente una elegida, la persona más sabia en Israel en aquellos tiempos.
Yael (Jael)
La batalla de liberación conducida por Déborah fué completada con la intervención de otra mujer, Yael. Mientras Déborah es intachable y vista como una heroína porque en ella no se halla ningún comportamiento cuestionable, Yael en cambio puede ser considerada una traidora como Rahav, una engañadora como Tamar y Rivkah (según los parámetros conformistas). Pero ella sabía de qué parte debía estar, y con quién estaba el Señor.
Y Hever el Kenita de los hijos de Hovav cuñado de Mosheh, se había apartado de los Kenim, y puesto su tienda hasta el valle de Tzaanannim, que está junto a Kedesh… Sísara escapó a pie a la tienda de Yael mujer de Hever el Kenita; porque había paz entre Yabín rey de Hatzor y la casa de Hever el Kenita. Y saliendo Yael a recibir a Sísara, le dijo: «Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor». Y él vino a ella a la tienda, y ella le cubrió con una manta. Y él le dijo: «Ruégote me des a beber un poco de agua, que tengo sed». Y ella abrió un odre de leche y dióle de beber, y lo cubrió de nuevo. Y él le dijo: «Estáte á la puerta de la tienda, y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? tú responderás que no». Y Yael, mujer de Hever, tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, vino a él calladamente, y metióle la estaca por las sienes, y enclavólo en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así murió. Y siguiendo Barak a Sísara, Yael salió a recibirlo, y le dijo: «Ven, y te mostraré al varón que tú buscas». Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca por la sien.
(Jueces 4:11,18-22)
Los Kenitas eran del linaje de Yethro, el suegro de Moshe, y eran habitantes de tiendas y herreros, los “Gitanos” del antiguo Israel. Ellos de hecho no tenían patria y vivían en paz con todos los pueblos entre los cuales habitaban. La mayoría de ellos vivían en Judá y Edom, pero Hever eligió irse hacia el norte y habitaba en las tierras gobernadas por Yavin.
Yael rompió todas las reglas: Primero, ella no tenía el consentimiento del marido para matar al comandante del rey c
on el cual él y su casa estaban en paz; luego, ella no debía invitar a un hombre a entrar en su tienda cuando su marido no estaba presente; y por último, ella violó la regla más sagrada de la hospitalidad, matando a su huésped. La acción de Yael fué de gran coraje y fé. Ella arriesgó su vida y la de su familia, porque Sísara estaba huyendo de una batalla perdida, pero la guerra continuaba… Sin embargo, ella sabía que esta vez el Señor habría vuelto Su favor hacia Israel, porque Déborah estaba gobernando y conduciendo su pueblo a retornar a HaShem, e Israel habría alcanzado una completa victoria sobre Yavin.
Muchos pueden objetar que ella no podía negar a Sísara de entrar en su tienda, siendo indefensa, pero del texto aprendemos que fué ella quien lo invitó a entrar, no él que lo solicitó. Ella no tenía armas para enfrentar a un experto guerrero como Sísara, aunque él estaba exhausto, ni la fuerza física para oponerse a él. Ella sólo tenía su encanto, y sabiduría femenina. Su acción no fué traición, sino que en el mismo modo que Rahav, ella se puso de la parte de uno de los ejércitos en guerra, y pensó una estrategia para permitir a Barak la co
mpleta victoria en la batalla.
Déborah la alabó en su cántico, con palabras que no se han dich
o de ninguna otra mujer en las Escrituras Hebraicas:
Bendita sea entre las mujeres Yael, mujer de Heber Kenita; sobre las mujeres bendita sea en la tienda. El pidió agua, y dióle ella leche; en tazón de nobles le presentó manteca. She put her hand to the tent peg, and her right hand to the workmen's hammer. Su mano tendió a la estaca, y su diestra al mazo de trabajadores; y majó a Sísara, hirió su cabeza, llagó y atravesó sus sienes. Cayó encorvado a sus pies, quedó tendido. A sus pies cayó encorvado; donde se encorvó, allí cayó muerto.
(Jueces 5:24-27)
“Bendita sobre las mujeres” por su acción y su carácter. La descripción que Déborah hace de Yael es prodigiosa: Primero ella es presentada como una mujer encantadora con modales refinados, sirviendo a su huésped como a un noble, y dándole más de lo que él le pidió. Ella le ofreció toda la comodidad que tenía en su humilde tienda, y lo hizo sentir al seguro. Ella le dió un alimento que le habría relajado tanto como para dejarlo dormido. Entonces, con la decisión de un guerrero, ella le concedió una indolora y dulce muerte.
Y así los Cananeos cayeron por las manos de dos mujeres.

La Importancia de la Mujer en la Historia

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