Yael, (JAEL)










Yael (Jael)
La batalla de liberación conducida por Déborah fué completada con la intervención de otra mujer, Yael. Mientras Déborah es intachable y vista como una heroína porque en ella no se halla ningún comportamiento cuestionable, Yael en cambio puede ser considerada una traidora como Rahav, una engañadora como Tamar y Rivkah (según los parámetros conformistas). Pero ella sabía de qué parte debía estar, y con quién estaba el Señor.
Y Hever el Kenita de los hijos de Hovav cuñado de Mosheh, se había apartado de los Kenim, y puesto su tienda hasta el valle de Tzaanannim, que está junto a Kedesh… Sísara escapó a pie a la tienda de Yael mujer de Hever el Kenita; porque había paz entre Yabín rey de Hatzor y la casa de Hever el Kenita. Y saliendo Yael a recibir a Sísara, le dijo: «Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor». Y él vino a ella a la tienda, y ella le cubrió con una manta. Y él le dijo: «Ruégote me des a beber un poco de agua, que tengo sed». Y ella abrió un odre de leche y dióle de beber, y lo cubrió de nuevo. Y él le dijo: «Estáte á la puerta de la tienda, y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? tú responderás que no». Y Yael, mujer de Hever, tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, vino a él calladamente, y metióle la estaca por las sienes, y enclavólo en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así murió. Y siguiendo Barak a Sísara, Yael salió a recibirlo, y le dijo: «Ven, y te mostraré al varón que tú buscas». Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca por la sien.
(Jueces 4:11,18-22)
Los Kenitas eran del linaje de Yethro, el suegro de Moshe, y eran habitantes de tiendas y herreros, los “Gitanos” del antiguo Israel. Ellos de hecho no tenían patria y vivían en paz con todos los pueblos entre los cuales habitaban. La mayoría de ellos vivían en Judá y Edom, pero Hever eligió irse hacia el norte y habitaba en las tierras gobernadas por Yavin.
Yael rompió todas las reglas: Primero, ella no tenía el consentimiento del marido para matar al comandante del rey c
on el cual él y su casa estaban en paz; luego, ella no debía invitar a un hombre a entrar en su tienda cuando su marido no estaba presente; y por último, ella violó la regla más sagrada de la hospitalidad, matando a su huésped. La acción de Yael fué de gran coraje y fé. Ella arriesgó su vida y la de su familia, porque Sísara estaba huyendo de una batalla perdida, pero la guerra continuaba… Sin embargo, ella sabía que esta vez el Señor habría vuelto Su favor hacia Israel, porque Déborah estaba gobernando y conduciendo su pueblo a retornar a HaShem, e Israel habría alcanzado una completa victoria sobre Yavin.
Muchos pueden objetar que ella no podía negar a Sísara de entrar en su tienda, siendo indefensa, pero del texto aprendemos que fué ella quien lo invitó a entrar, no él que lo solicitó. Ella no tenía armas para enfrentar a un experto guerrero como Sísara, aunque él estaba exhausto, ni la fuerza física para oponerse a él. Ella sólo tenía su encanto, y sabiduría femenina. Su acción no fué traición, sino que en el mismo modo que Rahav, ella se puso de la parte de uno de los ejércitos en guerra, y pensó una estrategia para permitir a Barak la co
mpleta victoria en la batalla.
Déborah la alabó en su cántico, con palabras que no se han dich
o de ninguna otra mujer en las Escrituras Hebraicas:
Bendita sea entre las mujeres Yael, mujer de Heber Kenita; sobre las mujeres bendita sea en la tienda. El pidió agua, y dióle ella leche; en tazón de nobles le presentó manteca. She put her hand to the tent peg, and her right hand to the workmen's hammer. Su mano tendió a la estaca, y su diestra al mazo de trabajadores; y majó a Sísara, hirió su cabeza, llagó y atravesó sus sienes. Cayó encorvado a sus pies, quedó tendido. A sus pies cayó encorvado; donde se encorvó, allí cayó muerto.
(Jueces 5:24-27)
“Bendita sobre las mujeres” por su acción y su carácter. La descripción que Déborah hace de Yael es prodigiosa: Primero ella es presentada como una mujer encantadora con modales refinados, sirviendo a su huésped como a un noble, y dándole más de lo que él le pidió. Ella le ofreció toda la comodidad que tenía en su humilde tienda, y lo hizo sentir al seguro. Ella le dió un alimento que le habría relajado tanto como para dejarlo dormido. Entonces, con la decisión de un guerrero, ella le concedió una indolora y dulce muerte.
Y así los Cananeos cayeron por las manos de dos mujeres.

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